sábado, 22 de julio de 2017

Que se mueran de envidia.



Complicado, como la vida misma. Esperando que todo vaya bien y al final siempre somos nosotros quienes hacemos las cosas difíciles. No queremos tampoco algo sencillo, pasajero ni roto.

Supongo que para que todos lo quieran tiene que ser un secreto por descubrir.

Porque cuando es exclusivo y único, es el centro de toda atención. 

Todos lo quieren. 

Reclaman.

Corrompen.

Hasta que se desgasta.

Y muere.

Entonces cuando intentas hacerlo revivir, te das cuenta que ya no queda nada.

Ojalá nuestras despedidas no hubieran sabido a besos con giros de cara. Ojalá que no te hubiera hecho llorar con mis cambios de humor y mis idas y venidas. Ojalá no haber provocado ese desgaste emocional que tanto pesa al subirte a la montaña rusa de no saber hacia dónde caminas o si vamos en la dirección correcta.

Quiero ver aún esa sonrisa que todavía me mata.

Mírame, y dime que ya no me crees.
Que no confías en mis palabras.
Que ya no puedo convencerte de que esta vez irá bien.

No hay equipaje, pero sí golpes de revés hasta acabar con todo.
Más siniestro de emociones.

Esta guerra que acaba.
Que ya no puedo mantenernos en pie.  

Te marchas, y que se mueran de envidia.
Por querernos y aguantar lo que dolió. 

Apaga el último cigarro.



No hay comentarios:

Publicar un comentario